miércoles, 17 de octubre de 2012

"Sentimos que no hay ley ni autoridad"...Adhiero

La lectura caótica, siempre sesgada por los buscadores, que no son para nada aleatorios, me lleva por caminos diversos.
 Puede ser que yo sesgue también en base a mi interés y que complete aquellos temas a los que diversos e ignotos factores me condicionan...
Como sea, siempre encuentro que alguien ya ha escrito lo que quiero decir, lo que experimento diariamente y que a veces sale a la luz en conversaciones "entre grandes"...
 ¿Cómo es que...? ¿Ud. se acuerda...? ¿Por qué se permite...? y tantas otras...que parecen tener respuestas obvias en el sentido común...pero no en esta sociedad que vivimos.
Sociedad impráctica, falluta, llena de chicanas y de pensamientos cortitos que no explican nada y que justifican casi todo. Hace un tiempo leí esto:

"Como tendencia, encontramos una falta de conciencia sobre la responsabilidad social: cada uno funciona según sus propios criterios, con escasa consideración sobre las responsabilidades colectivas", dice el licenciado Orlando Calo, decano de la facultad de Psicología de Mar del Plata y director del equipo que realizó sus investigaciones en estudiantes, padres, docentes, menores internados en institutos por conflictos con la ley penal, adultos condenados por crímenes automovilísticos y argentinos emigrados.

"En los chicos en conflicto con la ley, por ejemplo, pudimos constatar la ausencia de compromiso moral y responsabilidad respecto de sus actos; los chicos entrevistados no mostraron capacidad de reflexión crítica sobre lo que hicieron. Podríamos pensar que se trata de cuadros psicopatológicos, pero una reducción como esa convierte en enfermedad del individuo concreto lo que está sobredeterminado por las condiciones sociales."

Pero ¿existen coincidencias entre estos adolescentes y el resto de nuestra sociedad? "Deberíamos preguntarnos si el chico que va a parar a un instituto tiene que ser tomado como expresión individual de enfermedad o como parte de una patología social que produce sujetos ausentes de normatividad", responde Calo.

Cuando la transgresión se extiende a temas cotidianos (reglas de tránsito, normas de convivencia) algo está fallando, algo de la ley entendida como código de conducta social no se termina de inscribir.

Curiosamente, los argentinos de 18 a 50 años emigrados a Italia y España que fueron entrevistados por las licenciadas Eugenia La Rocca y Ericca Garimanno, del mismo equipo de investigación, manifestaron "una fuerte autoridad normativa y necesidad de subordinación al mandato de una autoridad." Es decir que, fronteras afuera, aparece un comportamiento que, como tendencia, es opuesto al instalado en territorio nacional.

"No es que no deseemos que haya ley y autoridad, sino que actuamos en un medio en el que sentimos que tal cosa no existe -afirma Calo-. Por eso, cuando nos trasladamos a otro ámbito en el que sentimos que hay ley, orden, respeto, en general nos subordinamos casi gustosamente."

-¿La ausencia de reglas claras y sanciones igualitarias promueve conductas enmarcadas en el "todo vale"?

-La calidad de las instituciones condiciona los modos en que cada uno se posiciona en relación con la ley y en relación con los semejantes. Un marco jurídico-político fuerte, al que se le reconoce autoridad, contiene a los sujetos y los alivia de la vivencia angustiante de la lucha a muerte de cada uno contra todos los otros implícita en el "todo vale".

La debilidad, si no la ausencia, de las representaciones emblemáticas de la ley y la justicia (inicialmente las figuras parentales y, sucesivamente, las distintas instituciones sociales encarnadas en sus agentes: escuela-maestros, policía-agentes, justicia-jueces, política-políticos) tiene efectos nocivos sobre la constitución de la subjetividad. Las conductas trangresoras extendidas no pueden leerse como consecuencia de que los individuos que las cometen no deseen que haya ley ni justicia; todo lo contrario: pensamos que actúan así porque para ellos no hay ley ni justicia, porque en su constitución como sujetos la ley y la justicia estuvieron ausentes o debilitadas.

En nuestras investigaciones con niños y adolescentes a quienes les presentamos dilemas morales hallamos que, aún en edades tempranas, tienen un sentido muy claro de la justicia y de la responsabilidad sobre las consecuencias de los actos.

-¿Cómo aprovechar eso para estimular la responsabilidad sobre los propios actos?

-No podemos pretender responsabilizar si no nos ubicamos inicialmente como responsables. Observamos la tendencia en padres y maestros a declararse impotentes: "No me hacen caso", "Las condiciones de la escuela no nos permiten trabajar bien". No se trata de que la responsabilidad la asumamos únicamente cuando todas las condiciones están dadas, sino que se trata de que cada uno pueda plantearse qué es posible y debo hacer en las condiciones que la realidad me impone.

Nosotros sostenemos que cada uno es responsable de lo que hace. Padres y educadores tenemos un rol fundamental en la inscripción subjetiva de las normas, en un proceso de transformación que ayude a que nuestros hijos o alumnos sean responsables de lo que hacen. Si las sanciones que empleamos son de tipo retaliativo, sólo se consigue un castigo, mientras que otro tipo de sanciones buscan restaurar el bien dañado y responsabilizar a quien ha cometido la falta. Uno tiene que actuar de acuerdo a lo que marca la ley. Lo puede hacer sometiéndose pasivamente, confrontando activamente o, lo que nos parece más sano, en un ejercicio reflexivo que permite cumplir lo que debe ser cumplido y reclamar lo que se quiera modificar.


Entrevista con Orlando Calo,
Decano de Psicología de la Universidad de Mar del Plata
por Tesy de Biase
para La Nación

 Insólitamente, hasta adhiero a algunos comentarios sobre esta nota




miércoles, 10 de octubre de 2012

EBRIEDAD DE DIOS


Jamás voy sola a misa;
me llevo los pecados de mi esposo
 y su esposa, uno o dos
 de mis hijas, alguno de mi hermano
 todos los de mi madre...
hasta llenar el bolso que hace juego conmigo.

Y Dios, distante y sin moverse
parece consternado ante mis confesiones.

Rezo en latín -como hacen las mujeres pecadoras-
y en español castizo, un sacerdote (sin mirarme a los ojos)
me da por penitencia un par de aves marías
que lanzo, pronta, al vuelo.



En casa
sin bolso ni tacones
me sirvo alguna copa de aguardiente 
y observo largo rato un crucifijo.


 Y sé que a Dios tampoco le hace gracia el que vivamos juntos.

 Luis Armenta Malpica





(Este poema obtuvo el primer lugar de los Juegos Florales Nacionales de Santiago Ixcuintla, Nayarit, en 1997).